¿Ronca de noche y sufre de somnolencia en el día? Quizás puede padecer apnea obstructiva del sueño
Si durante el día suele tener dolor de cabeza, somnolencia excesiva y/o disminución de la concentración y deterioro intelectual, mientras que en la noche sufre de insomnio, ronquidos, pausas respiratorias, sudoración y/o reflujo lo más probable es que padezca de apnea obstructiva del sueño.
Se trata de un trastorno en el dormir caracterizado por la obstrucción total o parcial de la vía aérea superior, lo que es ocasionado por la relajación de los músculos de la garganta, generando interrupciones en la respiración durante el sueño.
Si bien existen otras alteraciones de este tipo- tales como la apnea central del sueño (donde el cerebro no envía señales correctas a los músculos que controlan la respiración) y el síndrome de apnea del sueño compleja (cuando alguien tiene apnea obstructiva del sueño y apnea central del sueño)- la apnea obstructiva del sueño es la más frecuente. En términos generales, puede afectar a una de cada siete personas, principalmente hombres mayores de 50 años.
Principales causas
De acuerdo a la neuróloga del Centro Apneas del Sueño, Evelyn Benavides, son varios los factores que se vinculan a su aparición, siendo los más comunes el sobrepeso y obesidad, obstrucción nasal (ya sea por tabique desviado, sinusitis o alergia, por ejemplo) la circunferencia del cuello o un pobre tono muscular en la vía respiratoria. Adicionalmente, la ingesta de alcohol o fármacos, así como una mala posición al dormir, pueden aumentar los síntomas.
“Existe el mito de que el consumo de alcohol ayuda a dormir. En realidad, el alcohol tiene un efecto inductor del sueño, pero produce un sueño superficial, interrumpido y de mala calidad. Por el contrario, el efecto relajante de la musculatura puede acentuar el problema”, destaca la profesional.
Cómo se puede diagnosticar
Asimismo, la doctora Benavides explica que el diagnóstico de este trastorno se efectúa a partir del historial de los síntomas, en especial, de las interrupciones respiratorias (apneas), ronquidos y somnolencia diurna. Para tales efectos, se debe realizar una polisomnografía, es decir, un examen que confirma la existencia de la apnea obstructiva del sueño u otras alteraciones y su severidad.
La polisomnografía o estudio poligráfico del sueño implica dormir una noche en la clínica con una serie de sensores indoloros, que miden el oxígeno en la sangre, las pausas respiratorias, las fases del sueño y los movimientos, entre otras variables.
“Dormir bien es clave para el buen funcionamiento de nuestro organismo y los trastornos del sueño afectan significativamente la calidad de vida y la salud de quienes los padecen. Es por ello que, si la persona cree tener apnea del sueño, en cualquiera de sus tipos, la recomendación es consultar a un médico y realizar el examen de polisomnografía en la clínica Colonial, que cuenta con tecnología de última generación para ello”, manifiesta la neuróloga especialista en sueño.
El tratamiento y los riesgos de no tratarse
Por su parte, el neurólogo del Centro Apneas del Sueño, Fernando Molt, comenta que para aquellos casos graves de apnea obstructiva del sueño se recomienda el uso del CPAP, dispositivo que provee un flujo de aire a presión mediante una mascarilla que sitúa sobre la nariz del paciente.
A la vez, asevera que se hace necesario tratar otras enfermedades relacionadas con dicho trastorno como, por ejemplo, la hipertensión arterial, dislipidemias y diabetes, inflamaciones y obstrucciones de la nariz (rinitis alérgica, sinusitis, pólipos nasales, tabique nasal desviado, entre otras) y la conformación anatómica del paladar blando y la úvula, posición de la mandíbula o alteraciones en la articulación temporomandibular. También se deben modificar ciertos hábitos y conductas que agravan dicha alteración como el sedentarismo, consumo de alcohol, cafeína y drogas.
Respecto a los riesgos a los que se puede ver enfrentado un individuo si no se trata la apnea obstructiva del sueño, el especialista menciona “La dificultad en el manejo de la hipertensión, aumento de la probabilidad de sufrir infartos cerebrales o al corazón, empeoramiento del control de la diabetes, aumento de la posibilidad de padecer latidos irregulares del corazón (arritmias), incremento de las posibilidades de tener un accidente automovilístico o laboral y disminución del rendimiento laboral y del deseo sexual”.
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