Febrero 6, 2024

El poder de las fragancias en la limpieza

Para la generación de nuestros padres o abuelos, el olor a amoníaco o cloro era sinónimo de un lugar limpio, pero desde que las esencias empezaron a aplicarse a los productos de aseo hace menos de 50 años, esta percepción cambió radicalmente. De hecho, un estudio realizado por el Instituto Karolinska de Estocolmo confirmó que nuestro cerebro reacciona más rápido a olores como el de los alimentos podridos y los productos químicos, porque los asocia a una amenaza para nuestra salud y supervivencia.

“Los aromas se procesan en el sistema límbico de nuestro cerebro, donde se controlan las emociones, la conducta y los recuerdos. Por eso, su elección no es tan simple como esta fragancia huele mal o bien, porque no todas las personas reaccionan igual al mismo olor”, señala Tamara Valdevenito, biotecnóloga y consultora de Bañados y Cía., empresa chilena especialista en químicos e implementos de higiene y limpieza industrial.

La especialista explica que, en general, los productos de limpieza tienen un olor neutro, “aunque cada químico tiene su aroma, como es el ácido sulfúrico o el alcohol, por lo tanto, la formulación de cada producto va a tener un olor asociado a su base química, pero que en realidad es bajo. Si quiero que tenga un aroma, tengo que aplicarle una esencia”.

Entre los aromas más utilizados en el mundo del aseo e higiene están los florales, los dulces y los cítricos, “pero como cada uno genera una respuesta sensorial distinta, se eligen teniendo en cuenta principalmente el uso que va a tener el producto”, señala la biotecnóloga, entregando algunos ejemplos:

Detergentes: “Se usan aromas que la mayoría de la gente espera tener en su ropa, como fragancias florales o de algodón. También es común imitar el olor de marcas más conocidas y que a las personas les recuerda la ropa limpia. Si nos fijamos, los detergentes van cambiando color o formulación, pero los aromas son casi siempre los mismos”.

Jabones de manos: “En estos productos, lo que más se usa es el jazmín, pero también aromas más suaves o neutros, como el Silk que se asocia a ciertas marcas más conocidas”.

Limpiadores de baño: “Las fragancias que dominan son la lavanda y el limón, porque son aromas que transmiten una sensación de frescura y limpieza al entrar”.

Mantenedor de piso: “La idea es que el aroma genere un efecto placentero o bienestar emocional desde la entrada, sin ser demasiado invasivo. Por ejemplo, en pisos de oficinas y edificios, donde las personas pasan mucho tiempo, es muy común el aroma a lavanda, porque genera una sensación de calma, tranquilidad y no molesta”.

Desodorantes ambientales: “Se usan aromas más específicos como, por ejemplo, goma de mascar, que puede ser una fragancia muy pesada para tenerla en un piso donde pasamos todo el día, por eso este tipo de fragancias se usan de manera focalizada, con un aromatizador o desodorantes ambientales en el baño o en zonas de tránsito”.

¿Son realmente necesarios? Tamara Valdevenito sostiene que sí, pero aclara que la inocuidad es una prioridad para ciertos usos e industrias, como la alimentaria. Por eso, los productos de limpieza y desinfección que se utilizan en cocinas de restaurantes o plantas de procesamiento no pueden contener aromas. “La persona que manipula los alimentos o las superficies que están en contacto directo con los alimentos no pueden ser limpiados con productos que tengan aromas, porque éstos pueden alterar el olor y sabor característico de los alimentos”.

Para eliminarlos, lo que se hace es usar componentes químicos que tengan un aroma controlado o bajo en la formulación del producto, “que se van nivelando para que no sean dominantes y si es necesario, también se puede agregar un neutralizador que rompe la molécula de olor”, finaliza la especialista de Bañados y Cía.

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