Por Ignacio Parada, CEO y fundador de Bioelements
Durante las últimas lluvias que se registraron en la zona centro y sur del país, los noticieros de televisión y las redes sociales se llenaron de imágenes con calles y pasos bajo nivel inundados, pero sin duda, el aumento del caudal en el Río Mapocho y los desbordes que se generaron en algunos sectores fueron los protagonistas.
El problema es que estos hechos no se debieron únicamente a causas naturales, sino también debido a los aluviones de basura y plásticos presentes en las orillas del río, lo que hizo colapsar su cauce. De hecho, autoridades del Ministerio de Obras Públicas estimaron que al menos 700 toneladas de escombros fueron retiradas a lo largo del río Mapocho en los trabajos de emergencia, y que el tránsito hacia Valparaíso en la ruta 68 fue suspendido por esta misma razón.
Hay más de un problema que podemos identificar en esta situación. El primero es la falta de conciencia de quienes utilizan los ríos como vertederos sin medir las consecuencias que esto puede traer al medio ambiente. Y otro factor importante tiene que ver con la composición misma de los escombros.
Gran parte de ellos consiste en plásticos, uno de los materiales que más tiempo necesita para descomponerse y que más daño genera en el ecosistema. Se estima que el plástico puede tomar entre 100 y 1000 años para llegar a degradarse totalmente y según las Naciones Unidas, representa el 85% de los residuos que llegan a los océanos. Incluso se proyecta que para 2040 dichos volúmenes podrían triplicarse, alcanzando los 50 kilos de plástico por metro de costa en todo el mundo.
Por eso, urge atacar este conflicto desde diversos frentes. La educación es clave para que las personas comprendan la importancia de cuidar nuestro habitat natural y en paralelo, como sociedad tenemos que avanzar hacia un nuevo modelo que considere el uso de materiales compostables que deriven en basura biodegradable en todo tipo de ambientes, incluyendo vertederos, composteras y lugares acuosos.
En este contexto, los bioplásticos se están convirtiendo en una alternativa sustentable al plástico convencional, con ventajas como poder ser reciclados en plantas cuyo sistema de enfriamiento sea a base de aire y no de agua. Además, disminuyen los riesgos de acumulación de basura y la dependencia de combustibles fósiles, gracias a que son fabricados a partir de fuentes renovables y son capaces de biodegradarse en un plazo que va desde los seis meses a los dos años. Por si fuera poco, los bioplásticos registran una huella ambiental más baja debido a que durante su producción generan menos emisiones de gases de efecto invernadero y requieren de menor energía.
Este potencial sustentable puede ser aprovechado de manera positiva por el sector privado especialmente hoy en día, cuando se habla con frecuencia del desarrollo empresarial sostenible, donde el eje ya no pasa sólo por la búsqueda de rentabilidad financiera, sino que se busca que la actividad corporativa cree impacto en tres dimensiones: social, económica y ambiental. La meta de cada organización debería enfocarse en entregar soluciones concretas a problemas que afectan a la sociedad y cambiar la manera en que se hacen las cosas con la aplicación de innovación y tecnología. Y en este sentido, cambiar los plásticos por opciones igualmente efectivas pero más sustentables, es una excelente manera de transformar la industria y cuidar nuestro planeta.
Gestionar adecuadamente los residuos es un factor fundamental para evitar la acumulación de basura en los ríos, independientemente del material utilizado. Pero cuando tenemos a la mano una opción más sustentable y eficiente, lo lógico es aprovecharla y trabajar cuanto antes en aumentar los índices de basura compostable. Los cambios no serán instantáneos, pero estaremos mejor preparados en cada nueva temporada de lluvias.
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