Dr. Héctor Valdés
Presidente de la Sociedad de Cirujanos Estéticos Reconstructivos de Chile
Por el trabajo que desempeño, puedo decir que más del 90% de las personas con que me relaciono son mujeres. Mujeres que conmemoraron el Día Internacional de la Mujer este mes, un día marcado literalmente a fuego en el calendario, porque fue un 8 de marzo de 1908 que 129 mujeres murieron en un brutal incendio -dentro de una fábrica de Nueva York- luego de declararse en huelga por las condiciones laborales y los salarios.
Eran tiempos en que aún no se acuñaba el término “violencia de género”, pero que hoy, un siglo después, nos sigue atormentando con cifras que la Fiscalía Nacional nos actualiza día a día y que dan cuenta de que, el año recién pasado, las mujeres víctima de violencia intrafamiliar fueron más de 120 mil.
Las mujeres en Chile conquistaron el derecho a voto hace 60 años, han llegado a presidir ambas Cámaras del Congreso en varias ocasiones, se han incorporado a la Corte Suprema, alcanzan el grado de General en las instituciones castrenses, suman el 30% del trabajo en nuestra minería (donde históricamente eran rechazadas), son pilotos de guerra en nuestra aviación, han llegado a la Presidencia de la República y podríamos seguir enumerando espacios ganados. Pero, a la luz de las estadísticas, cabe la pregunta: ¿podemos celebrar?
Los cirujanos de la Sociedad que represento atendemos con frecuencia a mujeres que han sufrido daño físico y psicológico. Muchas mujeres que han sido víctimas de violencia de género y que buscan mejorar su calidad de vida a través de una cirugía estética que las ayude a borrar -de alguna manera- las huellas de lo vivido. Una de las más recientes, una mujer de 40 años que fue apuñalada en el rostro por su pareja, con quien tenía una relación de más de 25 años y tres hijos. La golpeó desde el primer año, sobre todo en la cabeza. Ella lo denunció, pero no logró expulsarlo de su casa.
De este último ataque, que casi le cuesta la vida, resultó con siete cicatrices que la acompañan hasta hoy y que le recuerdan su historia cada vez que se mira en el espejo. Lamentablemente, no es la única mujer chilena que ha sufrido el maltrato, la violencia y la humillación solo por ser mujer. El camino para sanar estas heridas es largo y doloroso, y no sólo por los aspectos médicos. Quienes han sufrido este nivel de violencia y discriminación, no solo deben reconstruir sus cuerpos y sus rostros, sino también su alma y su autoestima, como las sobrevivientes neoyorkinas de 1908, cuando la cirugía plástica aún era una realidad lejana.
Marzo no es un mes para celebrar, es un mes para tomar conciencia de las muchas mujeres que sufren del maltrato no solo de sus parejas, sino también de una sociedad que es testigo de la violencia de género y no reacciona. De una sociedad que las juzga incluso desde la etapa escolar, por no tener un estereotipo aceptable para el resto del grupo, por tener diferencias genéticas o pequeños defectos en zonas visibles del cuerpo.
Antes de que termine este mes, se hace necesario recordar que nos falta mucho todavía para que nuestras mujeres puedan desenvolverse de manera libre, sin miedo y, sobre todo, en igualdad de condiciones y derechos.
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